viernes, 3 de diciembre de 2010

Ven y Dímelo (*)

 El atardecer. El colectivo que pasaba a lo lejos, a cuatro manzanas de baldío, y alguien que corría y corría en el viento y nunca llegaba a subirse. Esa escena lo activaba todo. Sí, a los siete años fui melancólica.
Escribía poemas en mi cuaderno de clase y escuchaba los relatos de familia.  El mundo parecía de lo más ordenado en la letra de mi hermana Carolina. Yo admiraba la letra de mi papá, imprenta mayúscula y minúscula, como una bastardilla artesanal.y  escuchaba con su voz baja. "Escribir lleva tiempo, hay que corregir muy bien, para decir lo que uno quiere decir".
Con la letra de mi mamá había que jugar a los jeroglíficos pero sólo su voz y su relato me sacaban del estado de melancolía que yo no entendía bien. Como me asustaba, pedía auxilio:
Mamá decíme "venidímelo". Y mi mamá me abrazaba y empezaba el poema.


adaptacion libre de El Consejo Maternal de Olegario Andrade.

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